Eloy Alfaro y Alemania, Quito
Juan, quien había lidiado con una mordida clase III durante la mayor parte de su vida. Esta maloclusión, también conocida como «mordida de tijera», hacía que sus dientes inferiores se adelantaran notablemente en relación con los superiores, lo cual afectaba tanto su apariencia como su funcionalidad.
Desde su infancia, Juan había experimentado dificultades al masticar y hablar debido a su mordida desalineada. A menudo se sentía cohibido al sonreír, evitando mostrar sus dientes por temor a los comentarios y las miradas de los demás. Además, su autoestima se veía afectada, lo que le impedía disfrutar plenamente de su vida social.
Un día, Juan decidió tomar el control de su situación y buscar ayuda profesional. Con esperanza y determinación, agendó una consulta con ella para explorar las opciones de tratamiento disponibles.
En su primera visita, el Dr. Pablo examinó cuidadosamente la boca de Juan y realizó una serie de radiografías y moldes para evaluar la gravedad de su maloclusión. Tras analizar los resultados, el dentista explicó a Juan que su mordida clase III podría mejorar con una prótesis.
Fue un gran trabajo, después de varias consultas y perseverancia, no solo la apariencia de Juan había cambiado, sino también su calidad de vida. Ahora podía comer y hablar sin dificultad, y se sentía más cómodo y seguro.